David Lynch: Una pequeña guía de sus obras
Por Ignacio De La Maza
No voy a gastar demasiadas palabras tratando de explicar o intepretar a David Lynch, porque el hombre odiaba las respuestas definitivas. Solo me limitaré a decir: Ningún artista en su generación fue más importante o influyente, y discutirlo a estas alturas no tiene mucho sentido. Lynch trajo ideas radicales del mundo experimental al mainstream, sí, pero su mayor valor no estaba en lo supuestamente impenetrable de sus conceptos más audaces (aunque buena parte de sus producciones son tan accesibles como apasionantes), pero quizás su mayor aporte sea la infinita humanidad de su visión. Su ficción tendía a ser pesadillezca, y su genuino temor por la oscuridad en cada uno de nosotros y la crueldad que somos capaces de infligir en los demás se tradujo en la imaginería más impactante en la historia del cine moderno, pero incluso en sus momentos más desolados siempre brilló una idea central: El amor puede y debe ser más fuerte, y la posibilidad de que no sea suficiente es aterradora. Se atrevió a soñar mundos que revelaban verdades indisputables sobre la naturaleza de estar vivo y tener que compartir esta experiencia con otros. Y en esos sueños siempre se descubría algo nuevo y real. Algo puro. Aunque diera miedo.
El mundo es menos interesante sin él, menos imaginativo, menos soñador. Pero su obra perdura. Una obra que no subestimaba a los espectadores, que los forzaba a enganchar con el arte de forma activa, incluso mientras la industria se degradaba en consumo pasivo y casual. Lynch se tomaba el arte en serio, y exigía que el resto hiciera lo mismo. Entendía que cuando dejamos de soñar, el mal gana. Aquí una breve introducción a su obra, para no dejar de soñar:
Eraserhead (1977)
La cinta debut de Lynch introduce varios de los elementos que caracterizarían su filmografía, incluyendo imaginería surrealista y onírica, erotismo peligroso y la perversión grotesca que se esconde en lo doméstico y lo cotidiano. Filmada en blanco y negro con bajo presupuesto, la película sigue a un hombre (Jack Nance) que se ve obligado a cuidar a su hijo horrendamente deforme y la degradación psicológica que sufre por esto. De culto y esencial.
The Elephant Man (1980)
Una de sus películas más conmovedoras y (relativamente) convencionales, ‘The Elephant Man’ dramatiza la vida de Joseph Merrick (un irreconocible John Hurt), un hombre que nació con severas deformidades físicas y que fue conocido en la Inglaterra victoriana como ‘El Hombre Elefante’. Gracias al doctor Frederick Treves (Anthony Hopkins), Merrick es rescatado del circo y llevado a codearse con la alta sociedad británica, pero inevitablemente sigue siendo un objeto de extrañeza y horror. De todas formas, la compasión que muestra Lynch por su protagonista y la dulzura que le ofrece al final revelan al director como un humano empático por la plegaria de los desadaptados y débiles.
Dune (1984)
La primera y última película de alto presupuesto que Lynch dirigiría en su vida es además su único gran fracaso artístico. Asediado por presiones del estudio y la obligación de adaptar la exitosa (y extensa) novela de Frank Herbert en una sola cinta, ‘Dune’ termina siendo una obra que se divide entre la imaginería audaz del cineasta con las convenciones de un blockbuster masivo en la era post ‘Star Wars’. El resultado es excéntrico pero poco satisfactorio aunque, por cosas del destino, también introdujo a Lynch al joven actor Kyle Maclachlan, quien se convertiría en su mejor aliado. Y sí, Denis Villeneuve tuvo mayor éxito recientemente llevando ‘Dune’ a la gran pantalla, pero en su película no están los monstruos grotescos que Lynch imagina en este loable desastre. Hasta sus días finales, el director se negó a hablar de nuevo de esta producción.
Blue Velvet (1986)
Si Lynch hubiese fallecido inmediatamente después de haber realizado ‘Blue Velvet’, su leyenda estaría cimentada de todos modos. Tal fue el impacto de esta película que lo consolidó como el artista más importante e influyente de su generación. A través de la historia de un joven universitario (Kyle Maclachlan) que vuelve a su pueblo natal para encontrarse accidentalmente con una conspiración que involucra a una seductora pero inestable cantante (Isabella Rossellini) y un desquiciado gangster local (Dennis Hopper). Además de ser su primera colaboración con Laura Dern, quien también se convertiría en una de sus musas, ‘Blue Velvet’ establece varias ideas que Lynch pasaría el resto de su vida explorando: La oscuridad que se esconde al centro de la vida estadounidense, la lucha entre el bien y el mal, la violencia contra la mujer y el deseo como motor y condena. Excelente punto de partida para los no iniciados.
Wild At Heart (1990)
Originalmente gatilló reacciones tibias y confundidas, pero esta excéntrica road movie se ha convertido en una de las piezas más de culto de la filmografía de Lynch. Nicolas Cage es Sailor, un exconvicto obsesionado con Elvis Presley que escapa junto a su joven y devota novia (Laura Dern) mientras son perseguidos por los asesinos a sueldo enviados por la desquiciada madre (Diane Ladd) de esta. Nuevamente el director destaca la oscuridad inherente en el corazón de Norteamérica, pero pese a que aumenta considerablemente la lista de personajes excéntricos (incluyendo un perturbador Willem Dafoe) y que la narrativa toma más tangentes que de costumbre, al final revela su corazón palpitante: El mundo estará lleno de maldad opresiva, pero el poder redentor de las conexiones humanas es lo que nos salvará.
Twin Peaks (1990-1991)
Ni The Sopranos, ni The Wire, ni Oz ni nada. Fue ‘Twin Peaks’ la que introdujo la idea de que la televisión puede tener la misma ambición, audacia y prestigio que el cine, y lo hizo más de una década antes que su competencia más cercana. Una mezcla inimitable (aunque varios lo han intentado) de misterio policial, telenovela barata, comedia de situaciones y horror, ‘Twin Peaks’ es un acto de bravura que quizás sea la pieza más influyente en la obra de Lynch.Un agente del FBI (Kyle Maclachlan, otra vez) llega al pueblo titular para investigar la enigmática muerte de la colegiala Laura Palmer (Sheryl Lee) y se encuentra con un desfile de personajes excéntricos y entrañables y un misterio que puede o no tener elementos sobrenaturales. Todas las obsesiones del cineasta confluyen en una serie impredecible e inolvidable que, por supuesto, resultó ser demasiado para la TV abierta y fue cancelada tras dos temporadas (pero no sería la última vez que la veríamos).
Twin Peaks: Fire Walk With Me (1992)
He aquí el punto de inflexión. Desde aquí en adelante, la obra de Lynch perdería hasta el más mínimo deseo de explicarse a sí mismo, a cambio desafiando al espectador a encontrarla a medio camino e interpretarla visceralmente. Considerando que ‘Twin Peaks’ terminó inconclusa, los fanáticos esperaban que la película atara los nudos sueltos que dejaron las desventuras del agente Cooper. Entonces, por supuesto, el director decidió a cambio hacer una película precuela que solo introduce más misterios en vez de explicar los ya establecidos, siguiendo principalmente a Laura Palmer en los días previos a su brutal homicidio. Perdiendo todos los rastros de comedia y melodrama de la serie, ‘Fire Walk With Me’ es horror puro, quizás la película más agobiante, desoladora y despiadada en la obra de Lynch. Ah, y claro, también tiene una subtrama que poco tiene que ver con la historia principal y que no sería resuelta en casi 25 años. También aparece David Bowie un rato. No pregunten.
Lost Highway (1997)
Tras la (injusta) pobre recepción a ‘Fire Walk With Me’, pasarían otros 5 años antes de que se volviese a ver a Lynch en la pantalla grande. Sin embargo, el tiempo no domesticó los impulsos más crípticos y nihilistas que despertó esa película. Por contrario, ‘Lost Highway’ fue, hasta ese entonces, la cinta más impenetrable del cineasta, cimentándolo como un artista que no hace concesiones. La historia sigue a un saxofonista (Bill Pullman) y su seductora mujer (Patricia Arquette), quienes empiezan a recibir aterradoras cintas de alguien que logró grabarlos al interior de su casa. La premisa no te prepara para la cantidad de giros dramáticos y conceptuales que ‘Lost Highway’ toma, resultando en la producción más elíptica de Lynch, un loop interminable de masculinidad frágil, celos, infidelidad y muerte. Fantástica, obvio.
The Straight Story (1999)
No solo su película más convencional, sino que además la más dulce, y la mejor prueba de que David Lynch era un director de talento descomunal y visión artística incorruptible que hasta esta cinta tradicional es una joya. Cuando un veterano de la Segunda Guerra Mundial (Richard Farnsworth, en su último rol antes de morir) se entera que su hermano (el legendario Harry Dean Stanton) ha sufrido una descompensación médica, se propone a recorrer 390 kilómetros en tractor (no puede renovar licencia de conducir por deteriorado estado) para reencontrarse con él y hacer las paces. Entre medio se encuentra con una serie de personajes pintorescos, y aquí Lynch hace uno de sus quiebres más inesperados: La Norteamérica rural no esconde a gangsters psicopáticos ni asesinos sedientos de sangres, sino que a seres humanos frágiles y compasivos intentando sobrevivir. Un recuerdo de la infinita empatía de Lynch por sus historias y sus personajes.
Mulholland Drive (2001)
‘Mulholland Drive’ no solo es candidata a la mejor película de David Lynch: Es quizás la mejor película del siglo XXI. La obsesión del director con los sueños, la naturaleza de la realidad y la falsedad de Hollywood confluye en la historia de una aspirante actriz (una debutante Naomi Watts) que apenas llega a Los Angeles se topa con una mujer amnésica (Laura Harring) que bien podría ser la clave para destapar una macabra conspiración. Entre medio también está un rebelde director de cine (Justin Theroux) que intenta realizar una cinta aparentemente controlada por fuerzas siniestras. Pocas películas capturan mejor la sensación de estar en una pesadilla que este noir que actúa como un metacomentario sobre la industria del cine, el acto de crear ficción y la frustración de los sueños incumplidos y el deseo frustrado. Además tiene quizás el mejor susto en toda su filmografía.
Inland Empire (2006)
La última película de Lynch es también la culminación de todas sus obsesiones, intereses e ideas a lo largo de los años. El director toma control absoluto, haciéndose cargo además del guion, la cámara, el montaje y el soundtrack, en una película que representa la radicalización de su peculiar estilo y, por tanto, la destilación más pura de su arte. En simple, la trama sigue a una actriz (Laura Dern) que obtiene un papel en una cinta que podría o no estar embrujada, mientras entabla una relación prohibida con su coestrella (Justin Theroux) y ve su percepción de la realidad distorsionarse progresivamente. Filmada con una cámara digital Sony de baja resolución y con un guion que se iba escribiendo a medida que avanzaba la grabación, ‘Inland Empire’ es sin duda la obra más difícil de Lynch: Su historia rápidamente desciende a una serie de tangentes que incluyen el tráfico de mujeres jóvenes en Europa del Este, una ‘película dentro de una película’, mafiosos polacos, múltiples personajes interpretados por los mismos y una criatura mítica apodada ‘El Fantasma’. Ah, y una especie de teleserie en donde los protagonistas son corpóreos de conejos que dicen cosas aterradoras. Aquí Lynch exige participación activa del espectador e invita a la interpretación en una narrativa abierta que, incluso tras múltiples visionados, siempre revela algo nuevo. Su película más difícil pero también la que esconde mayores recompensas.
Twin Peaks: The Return (2017)
A 25 años de su cancelación, ‘Twin Peaks’ volvió a la televisión para, ahora sí, concluir la historia que quedó en suspenso en 1992. Por supuesto, tal como lo hizo con ‘Fire Walk With Me’, ‘The Return’ obtiene un placer perverso en subvertir expectativas. Si bien hay del humor negro y la excentricidad que muchos fanáticos asocian con la serie, esta tercera temporada tiene más en común con el nihilismo desolador de ‘Fire Walk With Me’ y el experimentalismo sin compromisos de ‘Inland Empire’ que con las postales del Agente Cooper (Kyle Maclachlan) comiendo pie en una acogedora cafetería. A lo largo de 18 capítulos, Cooper debe volver a Twin Peaks para evitar que su doble maligno, Mr C. (también Mclachlan, irreconocible en su crueldad) logre canalizar la energía oscura que por décadas ha acechado al pueblo. Entre medio nos reencontramos con múltiples personajes clásicos, algunos nuevos (interpretados por favoritos del director como Laura Dern y Naomi Watts) y numerosas tangentes cuya razón de ser solo hace sentido cerca del final de la serie. Lynch aprovecha de desplegar nuevamente sus múltiples intereses, con un renovado foco en la naturaleza de la muerte y la maldad. Apropiado, entonces, que haya sido su última obra de larga duración antes de morir. Difícil, confrontacional e inolvidable.
Bonus: What Did Jack Do? (2017)
Un cortometraje en donde David Lynch interroga a un mono parlante. Si eso no te convence, no sé qué se puede hacer.