[ESTRENO] Babylon: el auge y caída de las estrellas de antaño
La carrera de Damien Chazelle ha estado marcada por sus sentimientos ambivalentes sobre el mundo del arte y Hollywood. Tanto Whiplash como La La Land (que lo transformó en la persona más joven en ganar el Oscar a Mejor Dirección) se centran en personajes que sacrifican su vida personal en pos de conseguir sus sueños de gloria artística. Incluso su única cinta fuera de esa temática, su biopic de Neil Armstrong, First Man (que podría ser su mejor película), se puede entender como la historia de un hombre dispuesto a dejar todo atrás por alcanzar la trascendencia que le ayude a olvidar una tragedia.
Siguiendo esa ruta, Babylon, su más reciente película estrenada en los cines chilenos, pareciera ser la culminación de lo que ha venido construyendo cinematográficamente en la última década. Una historia sobre cómo Hollywood te puede levantar y glorificar para luego descartarte como basura, todo en un abrir y cerrar de ojos. Y lo dispuestos que están todos quienes participan de esa industria en vivir ese proceso, con tal de alcanzar un efímero estrellato.
La trama sigue tres personajes cuyas vidas se interconectan Hollywood a lo largo de seis años, entre 1926 y 1932: Jack Conrad (Brad Pitt), un ícono del cine mudo, Nellie LaRoy (Margot Robbie), una aspirante a actriz, y Manuel Torres (Diego Calva), un inmigrante mexicano con sueños de ser parte de algo más grande: el mundo del cine.
Los personajes son ficticios, pero lo que retratan es un punto de inflexión real en la historia del cine: el paso de las películas mudas al sonido. De la fanfarria y predominancia de las bandas sonoras al diálogo y la necesidad de subir la calidad de la actuación mediante los diálogos, una realidad que significó la caída de múltiples estrellas.
La película toma mucho prestado de la trama de Cantando Bajo la Lluvia, pero mientras el clásico musical aborda esa transición hollywoodense con optimismo, Chazelle construye un relato irónico y lleno de excesos, en donde Hollywood sencillamente cambió una decadencia por otra: del hedonismo de los años 20, marcados por drogas y orgías, a la denuncia de un esnobismo, clasismo y racismo desatado en los años 30.
Como en La La Land, los personajes también comienzan a dejar pedazos de sí mismos en el camino en busca del éxito. Pero si en la película con Ryan Gosling y Emma Stone, los protagonistas sacrifican su amor en pos de sus sueños profesionales, aquí Manuel y Nellie derechamente venden parte de sus almas. Jack, por su lado, es el veterano que ve la grandeza de sus días de gloria escapándose poco a poco.
La historia se mueve con un ritmo frenético a lo largo de tres horas (!!!) y diez minutos, mezclando comedia con tragedia y una profunda melancolía de fondo en el auge y caída de sus estrellas, un ciclo que la película plantea es eterno y el precio de la inmortalidad: actores y actrices aparecen para luego desvanecerse, con sus vidas personales quizás olvidadas, pero con su imagen existiendo para siempre en cintas que audiencias pueden descubrir hasta décadas después.
Son todas ideas cautivadoras y, en su mayoría, bien actuadas (Pitt y Robbie están excelentes, mientras que Calva sucumbe ante el peso del protagonismo). Pero la película, al igual que sus estrellas, tambalea ante su propia ambición y excesos, desde su innecesaria duración hasta los múltiples momentos explícitos en donde el director pareciera buscar schockear a través del asco, algo que sólo es útil para la trama un par de veces.
Finalmente, Babylon es una película que se queda en un punto medio entre lo fascinante y lo intrascendente. Nunca deja de ser interesante ni entretenida, pero también recuerda demasiado a películas mejores: Boogie Nights, Érase Una Vez en Hollywood, la misma La La Land, todo filtrado bajo el estilo kitsch de Baz Luhrmann. Chazelle no logra apuntar a una dirección concreta en la historia que intenta contar. Se transforma en un poco de todo y nada a la vez. Para una cinta que en parte es sobre alcanzar la vida eterna a través de la pantalla, Babylon probablemente no sea la película por la que recordemos a Damien Chazelle.