[ESTRENO] Los Espíritus de la Isla: Toda esa gente solitaria
Por Matías de la Maza
En el final de su primera película, Escondidos en Brujas (2008), el director británico de origen irlandés, Martin McDonagh, muestra a (spoiler de una película de hace 15 años) un moribundo sicario, interpretado por Colin Farrell, quien se pregunta mientras lo suben a una ambulancia si, quizás, ya está en el infierno y ese infierno es una eternidad en Brujas, una ciudad que desprecia profundamente, a pesar que la mayoría la encuentra encantadora.
La película es una comedia negra y muy existencial sobre los matices de la moral, protagonizada por Farrell y Brendan Gleeson como dos asesinos que se esconden en la ciudad belga luego de que un trabajo saliera terriblemente mal, provocando la ira de su jefe (Ralph Fiennes). Mientras recorren la ciudad a la espera de un destino poco prometedor, pasan a ver el famoso tríptico del Día del Jucio del pintor flamenco El Bosco. Un trabajo que representa el cielo, el infierno y el purgatorio. Este último espacio llama la atención del personaje de Farrell (y define la temática de fondo de la película): “es ese lugar del medio. Ese al que vas cuando no fuiste una mierda pero tampoco genial. Como el Tottenham”.
A lo largo de la cinta, Brujas parece más un purgatorio que el infierno. Un espacio donde personas moralmente cuestionables, con un historial horrible, pueden encontrar también espacios de redención.
Pasaron dos películas más antes de que McDonagh finalmente pudiera profundizar en ese concepto y representar su propia versión de lo que es estar atrapado en un purgatorio en vida, con su cuarto filme, Los Espíritus de la Isla, donde reúne a la dupla Farrell/Gleeson como protagonistas.
La historia transcurre en Inisherin, una isla ficticia en la costa de Irlanda, en 1923. El año es casi un anécdota: Inisherin parece estar congelada en el tiempo, sin mayores señales de qué época representa, si no fuera por un breve plano que enfoca un calendario y referencias a lo que ocurre en el territorio irlandés principal, donde desde lejos se ven explosiones y escuchan balazos, en el marco de los últimos meses de la guerra civil de ese país.
Con apenas unos segundos de introducción, queda claro que Inisherin es una isla sin sobresaltos: sus habitantes están acostumbrados a rutinas que difícilmente son alteradas. Incluso la guerra al otro lado del estrecho pareciera una anécdota. Eso, hasta que la rutina es alterada por dos hombres: Pádraic (Farrell), un tipo algo simplista y sin mucha educación ni ambición en la vida, cuya tradición es ir a tomarse una cerveza todos los días a las 2 PM con quien considera su mejor amigo, Colm (Gleeson), un reflexivo músico
Colm es calificado como “un pensador”. Mientras, Pádraic es, sencillamente, “un buen tipo”, gentil con el resto pero no muy profundo, prefiriendo pasar el tiempo con su (encantadora) burra miniatura, Jenny, y el resto de sus animales.
Es una pareja dispareja, pero, sin que la película muestre nada de su relación antes del inicio de la historia, queda claro que eran lo suficientemente cercanos como para que la declaración que Colm le hace en los primeros minutos a Pádraic marque un cataclismo: “Ya no me caes bien”. La reacción de su ahora examigo es una clase magistral de actuación de Farrell: por su rostro pasan una decena de emociones al mismo tiempo, sobre todo de confusión. “Pero si te caía bien ayer”, responde. “¿Sí?”, dice Colm con un dejo de fría crueldad.
Colm se demora un día en justificar su decisión: ya está viejo. Más viejo que Pádraic. Y ante lo que interpreta como el inminente fin de su vida, quiere gastar los años que le quedan dedicado a la música, a dejar algún legado, y no teniendo conversaciones nimias con alguien que califica derechamente como aburrido.
La ruptura de los dos amigos genera ondas por Inisherin, que afectan también a la hermana de Pádraic, Siobhán (Kerry Condon), la única persona lo suficientemente inteligente en la isla como para estar harta de todo y querer escapar, y Dominic (Barry Kheogan), un joven paria por su extraño comportamiento y quien debe ser el único hombre en Inisherin más limitado intelectualmente que Pádraic, a pesar que, al igual que el protagonista, esconde un buen corazón.
Todo es medio ridículo: como algo tan simple, pero a la vez tan poco representado como la ruptura entre amigos, puede generar una serie de eventos que termina salpicando a toda una comunidad.
La película, que se plantea como una “tragicomedia”, saca varias risas fuertes. Pero el fondo es tremendamente triste: un montón de personajes estancados, buscando sentido en medio de una depresión existencial y que, al final del día, lidian todos con el aburrimiento y la soledad, mientras los días pasan implacablables pero al mismo tiempo nada pareciera pasar.
Todo escala cuando Colm, entendiendo que su examigo no capta bien el mensaje, amenaza con un acto de automutilación inimaginable en caso de que Pádraic no lo deje en paz.
Hay una evidente alegoría, reconocida por McDonagh, entre el quiebre de los protagonistas y la guerra civil irlandesa, un proceso que comenzó también, literalmente, de un día para otro entre un bando que estaba alineado por un objetivo hasta que se empezaron a enfrentar entre ellos. Pero esa es sólo la capa superior de Los Espíritus de la Isla, una historia que, como todas las películas del realizador, se presenta como una fábula sobre la condición humana. En este caso, sobre la soledad, sobre cómo lidiamos con nuestros sentimientos (en especial los hombres), sobre el cinismo versus la amabilidad y la violencia de la que somos capaces, física y psicológica. No hay espíritus, pero, como describe Siobhán, hay algunos que no parecieran tener más ambición que vivir el “lento paso del tiempo hacia la muerte”.
McDonagh ha cocechado una filmografía sólida, que no soló incluye su debut, a estas alturas una cinta de culto, sino también Tres Carteles por un Crimen (2017), nominada a múltiples Oscar, aunque curiosamente es probablemente su película más débil. Pero Los Espíritus de la Isla es su primera obra maestra. Una historia que no sólo equilibra un millar de emociones con humor, delicadeza y melancolía, sino que también consigue actuaciones extraordinarias (todo su elenco principal está nominado al Oscar). Es de esas cintas que a pesar de su intensidad emocional provocan una tremenda satisfacción y una sensación de liberación cuando ruedan los créditos. Lo que se conoce como catarsis.
Quizás todo se puede resumir en una escena que explica el título de la película en inglés: Las Banshees de Inisherin. Ese es el nombre que Colm elige para la melodía en la que trabaja obsesivamente. Pádraic le apunta (con poca capacidad de pensamiento abstracto) que no hay banshees en la isla. Colm responde que quizás no en el sentido de esos espíritus aulladores que atormentan a la gente con malos presagios. Pero quizás las banshees ahora simplemente toman palco, se sientan, observan y se entretienen con las desventuras de las personas.
Está el paréntesis que sí existe un personaje que califica con todas las definiciones anteriores en la trama. Una mujer anciana que cuando no está entregando presagios crípticos, observa con perturbadora satisfacción el caos de este quiebre.
Pero no, no se necesitan banshees ni espíritus para atormentarnos cuando somos tan buenos en hacer eso nosotros mismos. Paul McCartney (descendiente de irlandeses) se preguntaba de dónde venía toda la gente solitaria y a dónde pertenecían. Inisherin sería un buen lugar al cual apuntar.
* Los Espíritus de la Isla está disponible en cines y nominada a nueve premios Oscar, que incluyen Mejor Película, Mejor Director, Mejor Guión Original, Mejor Actor, Mejor Actriz de Reparto y dos postulantes en Mejor Actor de Reparto.