[ESTRENO] Los Fabelman: Otra forma de entender la vida
10 de Febrero de 2023 matiasdelamaza
Por Matías de la Maza
Los Fabelman comienza de la única forma que película semi-autobiográfica de Steven Spielberg podía comenzar: con una ida al cine. Es 1952 y los padres del pequeño Sammy Fabelman (Mateo Zoryan), Burt (Paul Dano) y Mitzi (Michelle Williams), lo llevan a ver su primera película en la pantalla grande; El mayor espectáculo del mundo de Cecil B. DeMille. A todos quienes nos hayan llevado por error de niños a ver una película que claramente era para un público más adulto reconocerán la mirada incómoda con la que el matrimonio hace contacto visual al darse cuenta de que la cinta era demasiado intensa para su hijo, el cual está evidentemente en shock.
El tema es que lo que podría ser un trauma, en el niño despierta una obsesión. Aprovechando los regalos de las noches de Hanukkah, construye vagón a vagón un tren eléctrico de juguete, con un único objetivo: hacerlo chocar y destruirlo de la misma forma en que sucedía en la película. Mientras su padre, ingeniero, se enfurece ante el poco cuidado de su hijo, su madre, pianista, entiende el fondo de lo que quiere lograr: recrear algo que le provocó miedo para poder controlarlo, en un ambiente seguro y así perderle el temor. Para llegar a un punto intermedio entre la destrucción total y su plan, Mitzi propone algo: ejecutar el plan una sola vez, preservando el tren lo más posible, pero registrar el hecho con una cámara. Así, Sammy puede revivir el momento una y otra vez.
Corte a la adolescencia de Sammy (ahora interpretado por Gabriel LaBelle), convertido en un director en potencia, constantemente haciendo a sus amigos y su familia participar de sus cortos. El lente es la forma en la que entiende la vida. Una vida que no sólo incluye las complicaciones tradicionales de la transición entre la infancia y la adultez, sino que también las evidentes grietas en el matrimonio de sus padres.
Spielberg ha dedicado algunas de sus películas más icónicas a lidiar con el trauma que implicó el divorcio de sus padres. Encuentros Cercanos del Tercer Tipo (1977) y E.T. (1982) abordan lo que implica el quiebre familiar en los hijos, mientras que otras cintas como Indiana Jones y la Última Cruzada (1989) y Atrápame si puedes (2002) profundizan en la diferencia entre los hijos y la figura paterna, a quien el director ha reconocido en múltiples ocasiones como a quien culpó por la desintegración de su familia. También reconocería que el paso del tiempo lo hizo entender que la realidad era bastante más compleja que un simple blanco y negro, en parte por el hecho de atravesar un divorcio él mismo.
Los Fabelman es la conclusión de ese hilo conductor que ha marcado la filmografía del director más taquillero de todos los tiempos. Una película muy personal, pero que evita repetir teclas anteriores, aportando la empatía y la perspectiva que sólo la madurez y el tiempo entregan. Porque el título de la película, que usa la palabra “fábula” en inglés, es intencionalmente cursi, y es que Spielberg llegó a un punto (y maestría) de su carrera en el que puede filtrar una época transformadora pero dolorosa de su vida con el sentimentalismo que ha caracterizado la mayoría de sus historias.
Ojo: ese sentimentalismo ha sido objeto entre ciertos círculos (pequeños) de (injustas) críticas al cineasta, como si el apelar a la emotividad a flor de piel fuera sinónimo de falta de profundidad. Spielberg ha demostrado múltiples veces que eso no es así y Los Fabelman es nuevo ejemplo de ese talento. Es una película donde el realizador pareciera hacer las pases con su historia, pero también llena de melancolía y actuaciones que están llenas de capas sutiles. Williams es quien se roba la película como una mujer que vive tratando de esconder detrás de una sonrisa un mundo de dolor provocado por problemas de salud mental que ni ella ni su familia entienden, mientras que Dano entrega una interpretación más contenida, pero extraordinaria en cómo mezcla estoicismo con vulnerabilidad.
Es fácil confundir confundir Los Fabelman simplemente como una historia de amor hacia las películas en medio de tiempos difíciles. Como escapismo. Pero es antes que todo un estudio de personaje, sobre crecer, sobre identidad y el como para una persona en específico, una cámara y mucha creatividad le permitió entender su propia existencia y a quienes los rodean. En un momento, Sammy tiene un intercambio con su tío abuelo (Judd Hirsch), quien le describe la solitaria vida que acompaña a los artistas, que se desgarran entre tener una vida normal o entregarse completamente a su obra.
Pero tanto la película como Spielberg a lo largo de 50 años de carrera, han demostrado que eso es una falta dicotomía. El director y Sammy evidentemente tuvieron la tentación de aislarse del dolor y el trauma en un mundo seguro que podían controlar con un lente y metros de celuloide. En vez de eso, ambos, que son la misma persona, encontraron un camino en donde a través de la pantalla grande no sólo hicieron las paces con sus propias inquietudes, traumas, intereses y dolores, sino que decidieron compartir ese proceso con nosotros. Así, nos enseñaron a todos otra forma de entender nuestras vidas; de vernos en la pantalla incluso en historias ajenas. Los Fabelman es una celebración de ese espíritu de comunidad y esa magia que nos ha regalado Steven Spielberg, quien consigue una vez más que cuando ruedan los créditos, un esté con una sonrisa de oreja a oreja.
* Los Fabelman está nominada a siete Oscar, incluyendo Mejor Película, Mejor Director y Mejor Actriz.